viernes, 21 de septiembre de 2018

Relato psicótico



Relato psicótico


César Velázquez Narváez, era un poeta desconocido, al parecer a nadie le gustaba su poesía, por mucho que él dijera que no le importaba, su corazón palpitaba con un latido decepcionante, la tristeza no la mostraba en su rostro, pues si la hubiese reflejado se habrían interesado más por su tristeza que por su poesía. No podía hablar con nadie, ya que muy pocas personas hablan de literatura o de poesía.

En su trabajo, el cual odia con todas su fuerzas, sus compañeros sólo platicaban de sus problemas personales, como los económicos, los amorosos y las críticas que se hacían entre sí, que si los clientes eran exigentes o si la propina era muy poca, en fin, todo eso. César es mesero de uno de los restaurantes más grandes de México, lo atormenta su existencia, si es que esa es la palabra que puede definir lo que siente. La pregunta era ¿Cuál es el propósito de estar en este mundo o en el universo mismo? Porque tal vez el propósito de la vida es, nacer, crecer, desarrollarse, reproducirse y morir, pero, ¿Es a eso a lo que venimos en realidad? Todas la teorías hechas por los grandes científicos ¿tendrán sentido?

Estudiar las propiedades de la materia y las leyes que tienden a modificar su estado, su movimiento, ¿Servirán de algo? En algún libro César leyó que la filosofía es el amor por la sabiduría, pensaba que una vida no alcanza para adquirir todo el conocimiento que se necesita para comprender la vida, César no está conforme, repetidamente la frase de Julio Cortázar se le viene a la cabeza. “Yo parezco haber nacido para no aceptar las cosas tal como se me han dado”.

Cada vez se hunde más y más en su depresión, aunque, quién sabe si sea depresión o así de por sí es él, tal vez por eso puede componer poemas, quizá eso es lo que le permite poder ver los suspiros de la gente, poder sentir la noche más callada de un enamorado, escuchar el silencio, enamorarse más de la soledad. Una vez escribió un poema, y se lo llevó a Adrián, a quien consideraba su amigo, aunque no sabía si eso era verdad. Para César la amistad era algo muy grande, más allá de todas las cosas. Recordaba las grandes amistades que ha habido en la historia.

Amigos como Ernest Hemingway y F. Scott Fitzgerald, estos grandes escritores compartieron un sinfín de aventuras; tendríamos que mencionar a Gertrude Stein, ya que era en la casa de esta escritora donde se reunían. Bebían sí, pero, ¡qué pláticas habrán tenido!, qué maravilloso hubiese sido haberlas escuchado. Otra gran amistad, si es que así puede llamarse, ocurrió entre el escritor Roberto Bolaño y el poeta Mario Santiago Papasquiaro.

Ya que en la más destacada novela de Roberto bolaño, (“Los detectives salvajes”), aparecen ellos personificados como Arturo Belano y Ulises Lima. Esta increíble historia es maravillosa, lástima que el mejor amigo de Roberto, no pudo leerla, porque murió un día después, de que Roberto acabara las correcciones de su novela.

César se preguntaba qué era lo que su amigo Adrián iba a decirle sobre el poema que había escrito la noche anterior. Su amigo tenía un poco de conocimiento sobre literatura, y su opinión, para César, era importante.

Cuando llegó a donde estaba su amigo, que entrenaba en el gimnasio, éste se incorporó al verlo.

-¡Hola amigo! ¿Qué te trae por acá?- Preguntó.

- Lo mismo de siempre amigo, lo mismo de siempre -. Respondió César.

-¡Un poema! - dijo Adrián, y César le extendió el papel que venía ya arrugado por la forma en cómo lo traía. Adrián lo desdobló y leyó, su rostro cambiaba conforme iba leyendo, César no sabía si era por los renglones al cambiar o por los versos escritos.

Cuando al fin terminó de leerlo, César esperaba como espera un acusado su sentencia, mirando a Adrián como un juez; no notaba que su pie izquierdo daba unos pequeños golpes contra el piso, hasta que Adrián, esbozando una sonrisa le dijo:

– Amigo, si te digo lo que pienso ¿dejarás de mover tu pie?-.

César le regreso una sonrisa sarcástica al mismo tiempo que aceleraba el golpeteo de su pie.

-¡Es maravilloso amigo! – finalmente respondió Adrián. Después de unos segundos y como si eso fuera el botón de apagado, su pie izquierdo dejó de moverse.

– Es maravilloso, como todo lo que escribes, no sé por qué sigues torturándote, no puedes arreglar el mundo, no puedes cambiarlo de la forma como lo quieres cambiar...

Podrías si esto – y mostrando el poema le decía - lo compartieras con todo el mundo y te juro que no necesitarías de ninguna editorial-.

De vuelta en su casa pensaba lo que su amigo le había dicho ¿realmente serviría de algo?

¿De qué le sirve? ¿Dejará una huella en la historia? En varias ocasiones había pensado en convertirse en un asesino serial, de esa forma sí dejaría una gran marca, se lo ha imaginado varias veces, despertar un día como cualquiera, llenar el pocillo de aluminio en donde siempre calienta agua para su café, las cantidades exactas, bueno, exactas para él, pone la taza, le echa tres cucharadas de azúcar y una de café, el soluble es el mejor para él, cuando el agua hierve, la vacía sobre la taza, en un segundo los aromas salen de la taza para llegar a la nariz y luego introducirse en su cerebro. Si no hubiera tomado café desde pequeño, César ya se hubiera vuelto un asesino serial, así que una taza de café, es lo mejor para empezar el día, después de eso si tiene tiempo para desayunar lo hace, sino no tiene importancia, después de todo, para matar a alguien, el alimento es opcional. Previamente haber elegido el lugar, una cafetería o un restaurante, el metro quizá; El lugar debe ser concurrido, escoger el arma, ¿Una pistola? Es lo más común y César odia lo común, además, sólo conseguiría matar a 5 o 6 personas, la policía llegaría y lo mataría y en las noticias aparecería como el desquiciado que mató a unas cuantas personas, eso no es lo que él quiere. Lo que él quiere es una revolución en donde la historia cambie, tal vez una guerra, poder ser capaz de regresar el mundo al natural, destruir el Internet, mandarlos a la oscuridad, quitándoles la electricidad quizá, o la opción que más le llama la atención, esa que provoca que su corazón deje de latir y luego lata como un caballo desbocado, esta opción, eleva sus emociones al máximo, acaso porque tiene la oportunidad de poder hacerlo, ¿cuál es? Arrojar un poderoso virus en el metro Chabacano, un virus que lo único que pueda detenerlo sea él mismo, exterminando a una población completa hasta que ya no haya contagio, porque no quedará nadie más a quién contagiar. El Ébola, ese es el virus más mortal del planeta, pero.

¿Cómo César, una persona normal, podría conseguir el virus del Ébola? Un virus proveniente de África, que puede ser hallado en las localidades y cementerios custodiados por el ejército de los Estados Unidos. Lo más extraño es, que el destino acomodaba las cosas para que César pudiera cometer el primer y más horrible ataque terrorista en México, en el 2010 se celebraba el mundial en Sudáfrica, miles de viajes para ver jugar a la selección se otorgaron, por increíble que parezca, César obtuvo uno de esos viajes, pero, ¿cómo logró obtener el virus? Para empezar, nadie se atrevería a pisar el suelo de una persona que haya muerto por el Ébola, pero César no era cualquier persona. Estar frente a una persona enferma de Ébola, sería una acción suicida, sumamente terrorífica. Según los documentales, las personas después de atender al enfermo queman sus ropas, entonces, ¿Cómo era posible que César pudiera aprisionar el virus y traerlo hasta México? suponiendo que pudiera lograr estar enfrente de un enfermo de Ébola, ¿qué haría? ¿Quitarle un pedazo de su ropa? ¿Meterla en un frasco o bolsa logrando burlar la seguridad del aeropuerto? ¿Eso funcionaría? Un pedazo de ropa tal vez sí, tal vez no, pero en cambio, si César extrajera un poco de sangre del enfermo, ¡Allí sí! Sin lugar a dudas lo tendría en sus manos, porque el virus habita en la sangre. Lo mantendría en su refrigerador hasta que él decida el momento de usarlo, el día y la hora apropiada, después del café, salir a la calle, encontrarse con ese mar de personas que día con día corren, caminan, van de un lado a otro de la ciudad, engendrando segundo a segundo la monotonía que taladra el corazón de César, haciéndolo por 10, 20 o 30 años, siempre lo mismo. Pero hoy, 7 de mayo de 2014, las propiedades de la materia cambiarán, el fin o el inicio, las probabilidades se multiplicarán. César baja del micro que lo trajo hasta Chabacano, faltan 15 minutos para las 7 de la mañana, el metro está a su máxima capacidad, ¿Cuál sería la mejor manera de esparcir un virus mortal? arrogar la jeringa de sangre contaminada al suelo ¿eso funcionaría? ¿Y si César hubiese introducido la sangre dentro de un aerosol? quizá sería más efectivo. Perdido entre la multitud, sube las escaleras del metro y piensa ¿Será la destrucción de México, o sólo una huella muy grande en su historia?

Según datos, una vez que la persona es contagiada, vive una semana infectando a toda persona que estuvo en contacto con ella, consiguiendo una tasa de mortalidad del 90%. Imaginar tan sólo la cantidad de personas que podría matar era el oxígeno que César necesitaba hace mucho tiempo. Sostiene el frasco de aerosol que tiene escondido en su chaqueta, el metro se aproxima, la gente se arrincona, el sonido de la apertura de puertas se clava en el oído de César, personas salen y entran, pero él no hace nada. El sonido se incrementa indicando que las puertas van a cerrarse, éstas empiezan a correrse para sellar el vagón, César puede ver este movimiento en cámara lenta, casi puede ver que faltan 30 cm para el cerrado, si arrojara el aerosol para rociar a las personas de sangre contaminada funcionaría, pero se darían cuenta que fue un ataque directo, entonces las personas con pánico acudirían de inmediato al hospital en donde serían aislados. Tiene que hallar la mejor forma de contaminar a la gente con el más poderoso virus sin que ellos se den cuenta. Las horas pasan, no logra encontrar el modo de provocar la segunda epidemia mortífera en México, comparada con la de la influenza, sería mucho peor, el calor de mayo aumenta, personas que recorren los pasillos huyendo del tráfico y del calor, César mira detenidamente a un joven que se quita la gorra y se detiene frente a uno de los ventiladores colocados por el gobierno en cada estación de aquel sistema de transporte público. La mirada de Cesar cambia, ante sus ojos se encuentra la forma de ataque perfecta, al ventilador le colocan un dispositivo que arroja agua, si la sangre contaminada tocase los ojos de una persona es muy probable que se contagie.

El Apocalipsis de México ha iniciado, ¿Cuántas personas fueron rociadas por el ventilador? ¿Cuánto tiempo pasará para que el gobierno de México sepa que se trata de una epidemia mortífera? ¿Qué sucederá en una semana, en un mes o en dos meses? ¿La vida seguirá su camino o habrá llegado el fin para toda una nación?

Cuando todo esto pase, Adrián llevará el poema a las autoridades, no sabrá si con eso ayudará a su amigo, pero al menos logrará que lo puedan comprender, posiblemente conocerán al poeta que habita dentro de César, luego de juzgarlo como un asesino serial, entre debates o simplemente como información filtrada, pero el poema será publicado en los periódicos, palabras escritas por un hombre que no encuentra la respuesta.

“La realidad no existe cuando no la vemos,

Teoría tan falsa y tan real

Porque no la queremos ver

Nos negamos a creer,

Que la luna puede moverse

Para otro loco que la quiera ver.

La realidad no existe cuando no la vemos

¿Será verdad? No existo cuando no me ven,

Y me dejan creer que estoy vivo.

Es la realidad de la caja

Y aunque por dentro se derrame el veneno,

Afuera, en la realidad que no existe, me estoy muriendo.

Si dejamos de ver

Dejamos de existir,

Quiero ver para creer

Aunque al dejarme de ver

Ya no me dejen vivir.

Es por eso que la vida pasa en un segundo,

Es el tiempo que voltearon a vernos

Hasta que otra persona, vuelva a crear nuestro mundo .”


Carlos Vázquez Nieto

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